ABUELITO ¿QUÉ PASÓ EN MARZO DEL 2020 EN ESPAÑA?
Javier tiene 83 años, es el abuelo de Diego y de Celia. Diego es un niño alto y moreno, tiene dieciséis años, es muy estudioso; quiere ser científico en un laboratorio. Javier está convencido de que algún día Diego encontrará el antídoto contra la infelicidad. Celia tiene catorce años, quiere irse a vivir a Estados Unidos. Le gusta la música, el baile y según dice: <<pasa de todo lo malo>>. Quiere cambiar el mundo.
Javier está sentado en su sillón, ése que hace que se sienta cómodo y tranquilo. El rincón de pensar le gusta llamarlo.
__¡Diego!, ¡Celia!, ¿de verdad queréis cambiar el mundo?. Hace muchos años otra generación de niños, padres, madres, abuelos y abuelas, se dieron cuenta de que el mundo era feo y egoísta. Un virus obligó a todos los habitantes del planeta tierra a quedarse en casa sin poder salir. Recuerdo que en España fue en el mes de Marzo de 2020.
__Abuelo ¿qué pasó en Marzo del 2020?, preguntan Diego y Celia al mismo tiempo.
__Podéis sentaros, os lo voy a contar, dice Javier.
__Conocí a una niña que se llamaba Celia, como tu. Apoya Javier la mano en la cabeza de su nieta.
La pequeña Celia vivía en la habitación cincuenta y siete del hospital Gregorio Marañón de Madrid; estaba enferma; tenia una enfermedad llamada Coronavirus. Por la noche le subía la fiebre, aún así le gustaba soñar que vivía en un castillo que era una cama con una gran torre rodeada por un muro con almenas. Una puerta enorme cubierta con una reja era la entrada de la fortaleza. La niña se estiraba y tocaba un poquito con sus pies la barandilla de la cama que antes había imaginado como esa gran reja que protegía la fortificación, haciendo más terrible la entrada del castillo imaginario.
Pensaba en un foso profundo. Celia tenía los ojos cerrados pero los movía muy rápidamente debajo de sus párpados, eso quiere decir que estaba soñando. Hablad bajito todos duermen. Los más peques, queréis cocodrilos en las zanjas del fortín. Celia prefiere sólo un río profundo sin nada más.
En el pensamiento algo extraño ocurría; cambiaban los colores y los olores. Un dragón salió volando y de su boca abierta salían llamas; sobre el lomo del animal sentada estaba nuestra pequeña, los dos se elevaban hasta lo más alto del cielo.
__Ya casi no veo el castillo, es pequeño, minúsculo y ahora acaba de desaparecer. __Gritaba Celia.
Hay un armario en la habitación; es una gran caja metálica de color blanco, y sale luz del hueco de la cerradura. Se escucha una voz en la oscuridad que dice: <<Celia abre la puerta del guardarropa>>. <<Dale a la manilla>>, “click”, es el sonido de la cerradura y la puerta se abre. Hay una carretera que serpentea hasta desaparecer sin dejar rastro entre una maraña de árboles de colores: verde, rojo, amarillo y azul. Un mundo escondido en el ropero de la habitación cincuenta y siete del hospital Gregorio Marañón.
Celia introduce un pie, a continuación el otro y el cuerpo entero, hasta cruzar al otro lado.
<<Tengo un poco de miedo, voy a caminar despacito sin alejarme mucho de la puerta, piensa la niña exploradora>>. Un paso, otro, otro, y otro más, ya ha perdido la cuenta.
Caminaba la pequeña sin hacer ruido; no había pájaros ni voces, sólo silencio. Daba miedo un camino tan solitario. Un senda pintada con tiza que sube y baja, derecha e izquierda. Va por donde le apetece. En el camino alguien ha dibujado una gran boca que sonríe con tres dientes. Es una sonrisa graciosa.
Que bonito es el bosque de los mil colores; en lo más profundo hay un claro con seis casas. Celia toca la pared de una de ellas y prueba su sabor a chocolate. Las seis casas se convierten en dieciocho, con sus ladrillos de chocolate blanco. Dieciocho casas que al principio fueron seis y ahora mismo son doce. Doce casas blancas con techos de caramelo. Hay un cartel de bienvenida del tamaño de un trasatlántico que dice lo siguiente: Matemáticas de chocolate.
Entre unas piedras que forman un círculo se ven unas brujas y brujos. <<Si en casa os ponéis la ropa del revés y camináis hacia atrás se os puede aparecer una bruja o un brujo, ¿lo sabíais?>>
Recitan esos seres unas pócimas utilizando palabras extrañas y conjuros con ritmo y cantarines. Las brujas se agarraban de las manos. Un brujo removía en un caldero un líquido naranja, seguro que con ingredientes procedentes del infierno. Huevos podridos mezclados con tres sapos, dos ojos de ratón bizco, siete rabos de gato sin rabo y dos tripas de piedra.
Se supone que las brujas y brujos son terroríficos. El señor con barba y gorro puntiagudo que remueve con un cucharón el brebaje en la olla, está preparando una medicina; mira a Celia y dice: el remedio contra el Coronavirus.
De pronto Celia ha despertado. <<He soñado con brujas y brujos que son como mamás y papás diciendo: << tranquila ya estás curada; los españoles se están curando, el mundo entero se está curando>>.
__Es sólo fantasía, dice Celia.
Pero al abrir el guardarropa se encontró con una nota que decía: cuéntale tu sueño a quien ocupe la habitación cincuenta y siete. Para ti esta medicina contra el Coronavirus que te hemos dejado.
Gilda la bruja.
__¿Sabéis quién era esa niña?, pregunta el abuelo.
__Vuestra mamá. Sonríe Javier.
Diego y Celia se quedaron sorprendidos.
__Vaya abuelo que historia más bonita. Dicen Diego y Celia al mismo tiempo.
__ Cuando vuestra madre venga de trabajar, dadle un fuerte abrazo y decidle de mi parte que la quiero mucho.
Fin
Ilustración de Marta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si quieres dejar un comentario, por favor identificarte y di a quién va dirigido, solo así podremos ayudarte.